Llevo un tiempo que me apetece escribir algo para hablaros de todo y a la misma vez no contaros absolutamente nada concreto, de ahí que me haya sentado delante del teclado sin saber ni cómo empezar ni mucho menos de qué manera terminar. Eso sí, sé lo que quiero contaros. Llevo un tiempo tremendo observándolo, yo diría incluso que estudiándolo. De hecho es más que posible que no exista nadie en la faz de la tierra que sepa más de este tema que yo, sobre todo porque dudo que haya alguien tan gilipollas como para dedicarle más tiempo del que yo le vengo dedicando.
El folio en blanco siempre fue algo que me motivó lo suficiente como para empezar a llenarlo de tinta. Yo creo que por eso dibujo tan mal, por compensar. Con la escritura me pasa lo mismo que con el fútbol, no es que considere que sea bueno en ello, es que es el único deporte que he practicado sin sentirme ridículo. Contando historias me pasa lo mismo. Esto no es más que el resultado de gustarse a uno mismo, con independencia de cómo te vean el resto de seres humanos. Algunos lo tacharán de soberbia, generalmente los acomplejados. Muy pocos saben reconocer el tacto aterciopelado del mejor traje que pueda llevar un hombre, el de la seguridad en uno mismo.