18/9/24

Puede que me esté volviendo esquizofrénico

El otro día leí que Israel había estado explotando a distancia distintos aparatos electrónicos como buscas, teléfonos móviles y walkie talkies para acabar con la vida de militares de Hezbollah. Si esta noticia te hubiese llegado hace tan solo diez o quince años hubieses pensando que era ciencia ficción. De la misma manera que hace diez o quince años ya se hablaba de la guerra climática, de la provocación de sequías o de inundaciones, pero a todo el mundo le parecía mentira. Lo que ayer era un bulo de esos que dicen ahora, mañana será un documental de Netflix. La aceptación o no depende de cómo transcurra el tiempo. Y el tiempo ha dicho que ya era momento de creerse esta noticia. Así que yo ahora te vengo a adelantar otra. Otra que ahora mismo no se la va a creer nadie.

Llevo años. Y cuando digo años quiero decir años. Años de verdad. No te hablo de meses sueltos. Ni tan si quiera un año solo y lo traduzco alegremente al plural. Ni dos. Años. Demasiados. Llevo muchos años recopilando en capturas de pantalla cada vez que el algoritmo de cualquier red social me ha mostrado un anuncio sobre una cosa que haya buscado con anterioridad. No solo te hablo de una búsqueda. He recopilado sobre búsquedas, compras, conversaciones telefónicas, conversaciones escritas por WhatsApp o Telegram, conversaciones en la vida real, en voz alta o en voz baja. He recopilado información sobre búsquedas que han hecho otras personas desde sus terminales cerca del mío, dentro del mismo establecimiento, en mi propia casa o paseando ambos por un centro comercial. He recopilado prácticamente todas las casuísticas. He provocado al algoritmo. He fingido una rotura de la suela del calzado y me ha recomendado unas zapatillas. Le he dicho que estaba muerto de hambre y me ha parecido un anuncio de Burger King. He hablado conmigo mismo entre dos terminales contándome que a mi vecina le habían entrado a robar y me han recomendado la nueva alarma inteligente de Securitas Direct. Y por favor, no lo hagáis, he dicho que necesitaba comprarme un coche nuevo, lo he hablado en el propio coche, solo, en un soliloquio y el 90% de los anuncios de Instagram eran de coches. Lo he probado todo. Y sobre todo lo he clasificado todo.


Pero lo que me sorprendió de verdad, o mejor dicho, lo que me asustó, fue la primera vez que mostró una publicidad de algo que había pensando. Os juro que no lo hablé con nadie. No lo escribí en ningún teclado. No hice ninguna búsqueda sobre ello. Tan solo lo pensé. Solamente sonó en mi cerebro. Y como os he dicho, me asusté. No le quise dar importancia. Tan solo le hice una captura de pantalla y la clasifique en una nueva carpeta. Una carpeta como la que os muestro en la imagen desenfocada. Una carpeta que ya empieza a ser muy numerosa. No venía de una conversación en voz alta, de una compra, de una búsqueda o de un texto. Vino tan solo de mi mente. Y ahí se quedó. Con una respuesta en menos de 48 horas. Con la idea de que no querer darle más vueltas. Pero no ocurrió solo una vez.

En su 80% todo proviene de Instagram. El resto hay que repartirlo entre Facebook mayoritariamente y muy poco de Twitter. Llegado a este punto sé que puedes pensar que soy esquizofrénico. Soy conocedor del funcionamiento de muchas psicopatologías y me he planteado seriamente el inicio de una esquizofrenia paranoide. Uno de los síntomas más comunes es que el enfermo cree que un tercero le está robando los pensamientos o que entes extraños tienen la capacidad de alterarle las ideas. Son personas que terminan escuchando voces en su interior o que identifican perfectamente que un perro les está hablando y les da órdenes.

Llegados a este punto, mi problema por llamarlo de alguna manera, no viene por creer que alguien esté accediendo a mis pensamientos, ya que he ido recopilando la evidencia científica de que esto me está ocurriendo desde que inicié un trabajo de investigación hace años. Existe una diferencia abismal entre la creencia y la evidencia. Y yo lo único que he hecho durante todo este tiempo ha sido ir recopilándola poco a poco.

Os juro que alguna captura de pantalla se me habrá podido escapar, que a lo mejor es de algún momento que haya olvidado, puede que un par de ellas vengan de un comentario, de una conversación o de una búsqueda. Yo me atrevería a decir que no, pero prefiero darme ese margen de error. La otra opción es que no me acuerde de nada y todo lo que yo crea que he pensado realmente no haya sido así y lo haya buscado, comentado y conversado de la misma manera que todo aquello que he ido recopilando en otras carpetas diferentes. Y esto, te puedo asegurar, me daría aun todavía más miedo.

Puede que haya perdido la cabeza por completo después de tantos años clasificando todo lo que los algoritmos me han querido mostrar. Puede que tenga lagunas mentales y todo lo que crea que pienso lo grito a los cuatro vientos. Puede que esté sumido en una especie de fase lúcida de la esquizofrenia y todo termine yendo a peor. O puede simplemente que lo que estoy viviendo ahora lo terminemos de creer dentro de quince años. Yo no sé cómo lo hacen, pero si dentro de un tiempo la oficialidad empieza a mencionar que los smartphones tienen la capacidad de leer impulsos neuronales, a mí por lo menos, no me llamará la atención.
14.21 © , Contenido Original