24/2/19

Cuando el único y verdadero sentido de la vida está representado en el Ragnarök

De vez en cuando al ser humano le da por pensar, aunque sea en la ducha o sentado en el baño. Pensar es como desfragmentar el disco duro, es una especie de limpieza interior, un reseteo necesario para ordenar conceptos e ideas que vamos acumulando y que poco a poco vamos almacenando en el trastero olvidado de los recuerdos. Un peligroso compendio de cacharros de esos que se dejan a la entrada de un almacén porque en su momento no apeteció colocarlo bien al fondo de la estantería, por prisa, por desidia o por impaciencia. Pensar es sinónimo de salud, es significativo de que algo estás haciendo bien, más allá de hacia donde te termine llevando.

Llevo un tiempo planteándome con mucha seriedad ciertas cuestiones sobre el sentido de la vida, el clásico de dónde venimos y hacia dónde vamos y la verdad es que encontrar estas respuestas en tu interior puede resultar una actividad bastante complicada. A quién acudir creo que debería considerarse el primer interrogante vital de esta encrucijada, de este muro solitario que por mucho que grites delante de él jamás te devolverá eco alguno. Lo veo como algo muy parecido a pasear por un plano desértico rodeado exclusivamente de una perfecta línea que marca el horizonte, sin camino alguno marcado, sin la única compañía que la de uno mismo.

Hubo alguien tan obsesionado con el silencio que hizo construirse una habitación donde disfrutar del sonido del vacío, un cuarto minuciosamente insonorizado donde alejarse de todo lo que le rodeaba con el único interés de llegar a escuchar a la nada. Allí, sentado en el suelo, con la luz apagada y alejado de todo estímulo fue cuando llegó a comprender que el silencio no existe, teniendo que abandonar aquel habitáculo ensordecido mientras no podía evitar concentrarse en el propio latido de su corazón. Con esto ocurre exactamente lo mismo. La habitación no tienes que construirla literalmente, te vale con cualquier colchón, lo importante es que sepas abandonarlo con la lección bien aprendida. De ahí salí con lo que jamás imaginé encontrar. Fui como un buzo en el fondo marino, el mismo que lo último que descubriría allí abajo sería precisamente agua.

Puedo decir sin temor a equivocarme que ahora sí conozco el sentido de la vida. Y ahora no hablo del sentido que tiene la vida para mí, sino del único sentido que tiene el hecho de tener la bendita fortuna de que alguien nos haya puesto aquí. Hablo del sentido que tiene la vida, tanto para usted como para mí, al igual que para todo aquel habitante de este planeta, más allá de sus creencias y sus mesías, de su religión o sus ideales, de cuál sea su libro sagrado o de hacia dónde considere que vaya cada cual después de morir. Y lo digo así, con la seguridad que me caracteriza y que posiblemente otros por desconocer cómo sienta llevar este traje, confundan con prepotencia. 

El sentido de la vida es convertir la idea trinitaria en el ciclo vital de tus pasos en forma de Hijo, Padre y Abuelo. El sentido de la vida no es otro que tener la gran suerte de nacer, vivir la magia de ser padre para luego más adelante que te terminen haciendo abuelo. Es disfrutar de todos los periodos de la vida girando el mismo prisma desde todas las posiciones posibles. Es ser infante irresponsable, padre primerizo y abuelo consentidor. Es vivir tres vidas en una. Es completarte a ti mismo tu propio triángulo. Sumar tus 180º al lado de quien te ayudó a conseguirlo, completando entre los dos vuestros 360º. Todo lo que te venga más allá de eso es una especie de bonus track que la vida ha decidido regalarte, muy posiblemente por hacer las cosas bastante bien.

El símbolo que he compartido arriba es conocido como Valknut y sobre él existen todo tipo de interpretaciones falseadas con el único interés de desprestigiar la realidad. El término Valknut es bastante reciente y puede traducirse como El Nudo del Difunto Guerrero. La forma en la que esté realizada la unión de los tres triángulos no resulta decisiva, lo importante es que estén unidos sin más. Del paganismo nórdico interesa nada más que vender como marketing actual lo que algunos consideren que pueda interesar, más allá de relacionar de manera fraudulenta dichas creencias ancestrales con Lucifer y al mismo tiempo hacer creer como beneficiosas cierta simbología maléfica que más valdría alejar de nuestro entorno, más allá de que a algunos les sirva para contarnos las historietas del Universo Marvel. Hoy, además de contaros el auténtico sentido de la vida, os voy a enseñar la importancia y el verdadero significado de este símbolo, la única verdad que debéis apartar de tanta falacia envuelta en papel de regalo.

La batalla por el fin del mundo en la mitología nórdica es conocida como Ragnarök. Por no extenderme demasiado no deja de ser la interpretación que hacen ellos de lo que nosotros hacemos del Apocalipsis, con la diferencia de que ellos no se limitarán a observar atolondrados como el cielo se abre sobre sus cabezas y una bestia alada acaba con sus vidas. En la mitología nórdica luchar hasta morir en la batalla era algo digno de tal honradez que podías pasar a ser adorado en un panteón rodeado de dioses. Odín, Thor y Frey fueron los tres dioses que más debilitaron las fuerzas del Ragnarök. Odín, el dios de la sabiduría, la guerra, la caza, la victoria o la muerte, cualidades más que necesarias de un dios padre para guiar el camino correcto de sus hijos. Casado con Frigg, diosa del cielo, del amor, de la fertilidad, del manejo del hogar y las artes domésticas, pero no es la madre de Thor, quien sí es hijo de Odín y de Jörð, más desconocida, cuyo nombre significa Tierra. El tercer triángulo dicen que representa a Freyr hijo de Njörd y Nerthus, lo que no todo el mundo conoce es que a quien representa es a Loki, hijo adoptivo de Odin y hermanastro de Thor. Padre, esposa madrastra, hijo adoptivo y hermanastro. Entre todos fueron incapaces de salir victoriosos durante el Ragnarök. Ellos representan la familia desestructurada. De ahí que la simbología sea a la inversa y la fuerza venga de la unión familiar, de la triada entre hijo, padre y abuelo, aunque también con el significado de padre, hijo y yerno, quien te hizo abuelo con tu otra hija, todos ellos representados por las figuras masculinas encargados de ir a la guerra, algo que de haber sido así, les hubiese llevado a la victoria contra las fuerzas del mal.

La historia trágica del Ragnarök fue la manera que tuvieron de contarnos todo lo que no debíamos hacer. Es la opción más que inversa al sentido de la vida. Es el reiterado error que acabará con tu mundo, a sabiendas de conocer cuándo y dónde tendrá que librarse esa batalla. Este es el legado que nos dejaron, esta fue la mejor manera que encontraron de enseñarnos que de un acto glorioso jamás sacarás nada, más que aturdir tu alegría sumergiéndola en cerveza o ambrosía, pero de las derrotas obtendrás siempre una gran lección.

Para los erráticos de la piel fina esto no viene a decir que no conseguirlo sea significativo de que tu vida carezca de sentido, nada de eso. Esto viene a mostrar cuál es el único sentido de la vida, más allá de que cada cual haga con el don de nacer lo que más le plazca. Así que en vez de lanzarme piedras por quererme hacer ver que se puede ser muy feliz divorciado, sin hijos, con dos perros y follándote latinas muy venidas a menos, tente al menos el mínimo respeto y agradece el hecho de haberte evitado tenerte que construir tu pequeño asedio para abandonarlo encontrando lo que jamás pensaste ni tan siquiera buscar.
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