Samuel L. Gaertner y John F. Dovidio fueron dos importantes psicólogos sociales quienes crearon el termino de racismo aversivo. Identificaron desde su laboratorio experimental diferentes conductas de personas que llevaban como bandera no ser racistas y que además presumían de proclamar una ideología progresista. El resultado de dicho experimento fue que la actitud comportamental de dichos individuos era exactamente la misma que la de aquellas personas que decían abiertamente tener prejucios contra otras razas. Los progres evitaban relacionarse con personas negras, incluso tomaron medidas diferenciales antes y después de introducirles en una misma sala con personas extranjeras. Su estrés subía siempre de manera significativa. No obstante, todos ellos seguían defendiendo sus postulados antiracistas, a pesar incluso de llegar a contestar en los test sobre la preferencia por la raza blanca para la futura pareja de sus hijas. Es decir, un racista aversivo es el amplio porcentaje de la población española, es la casi totalidad absoluta de la clase política de nuestra nación. Los demás, en su segunda mayoría, son racistas tradicionales. Una ínfima parte de la población es la que no se posee prejucios contra ninguna raza, posiblemente todos ellos tarados mentales.
Vivimos encerrados en nuestra cárcel de moral, donde nadie nos condenó, incapaces de escapar de los muros y los barrotes que no existen por miedo a ser señalados por una sociedad por la que no moveríamos un dedo más allá de un retuit para creer que ayudamos a alguien. Toda esta basura mediática es lo que está ocurriendo ahora con el barco Aquarius. Fijaos simplemente en una cosa. Lanzan a sus clientes en colchonetas al mar, sin remos, sin motores, sin posibilidad alguna de llegar a ninguna otra orilla, porque lo que montan es simplemente un circo.
Voy a dedicarle un minuto a explicarlo, pero como si estuviese hablando para personas que tienen un retraso mental agudo, como si me tocase darle una charla a niños de parvulario y tuviese que utilizar un teatro de títeres, porque me parece que es la única manera para alumbrar un poco a toda una caterva de ignorantes que viven de la diarrea inconclusa que son capaces de poner a trabajar 24/7 los medios de comunicación.
Supongamos que tienes intención de marcharte de Barbate a El Cairo, de una manera ilegal, porque sí, porque te apetece, porque huyes de las razones que tengas, entre otras cosas porque huyes de las autoridades de tu país. Te pones en contacto con una puta mafia que diariamente juega con la vida de centenares de familias y compras un pasaje en una especie de barca a pedales. La mafia da por perdida de antemano la barquita de los cojones, te indica que destruyas toda la documentación que tengas de tu país de origen para no ser plenamente identificado y que niegues incluso tu nacionalidad para ser reconocido como apátrida, pero además, intenta siempre negociar que en la tripulación vayan mujeres, a ser posible embarazadas y niños, así ellos se ahorran muchas molestias porque conocen la bondad del país receptor. Cuando la barca zarpa de Barbate sin permiso marítimo y tras alejarse algunas millas náuticas, la misma mafia engancha un telefonito y le hace una llamada a una especie de segunda mafia disfrazada de ONG, eso sí, ahora más politizada, más mediática y con muchos más recursos humanos. Esta ONG lo primero que hace es contactar con la prensa e informar de que van a recoger una barquita a pedales con tropecientos negritos que están a punto de morir ahogados, se ponen en contacto con la agencia EFE y empiezan a abrir las noticias de media Europa para intentar sensibilizar a la opinión pública. La ONG fleta un gran barco que nadie sabe realmente quién paga y recoge esta barquita a pedales, siguiendo con el ejemplo inicial, cerca de la costa de Algeciras. La ONG llama a las autoridades de Egipto y le dice que tiene una barquita con gente que se está muriendo y que a pesar de estar a una hora del puerto de Algeciras y poder dejarlos nuevamente en tierra, en su país de origen para pasar a diposición judicial e investigar sobre quiénes son los responsables de esa fechoría, lo van a llevar a Egipto, a siete horas de barco, que las pirámides son muy bonitas y se van a poner muy contentos al verlas, que ya de paso les vayan preparando un pisito amueblado, con buena calefacción y mucho cuidadito que vienen dos mujeres embarazadas que necesitan atención médica, dos ambulancias con personal cualificado a bordo y una secretaria del Registro Civil para acreditar que nada más que nazcan esos dos bebés allí, hay que darle la nacionalidad a medio barco porque resulta que la mayoría son familia.
Creo que con este ejemplo, simpatías aparte, para escuela infantil ya nos va quedando un poco clara la historia. Ahora resulta que el país receptor, que no quiere recibir nada, dice que no, que en su país no entra nadie ilegalmente sin pasar un control de fronteras como dictan sus leyes y aparece un ilustrado en Australia que dice que no pasa nada, que vengan a Australia que les recibirán con los brazos abiertos, que les darán pisos, comida y una paguita de 600€. A todo esto la mafia está informada de primera mano por la ONG, que no deja de ser la segunda mafia y al enterarse de eso provoca un efecto llamada, en donde las mafias lo único que harán serán fletar más barquitas a pedales, con mas negritos, más niños y más embarazadas. Y así siempre.
Sin embargo, fuera de todo este circo, hay profesionales que dedican su labor y su tiempo total a salvarles las vidas a todas estas personas que son víctimas de una red de esclavistas. Ellos no aparecen en los medios, ni reciben los aplausos de nadie, por la única razón de formas parte de las Fuerzas Armadas españolas. La fragata Reina Sofia lleva rescatados más de 4000 personas en el Mediterráneo en los últimos meses. Más de 15.000 vidas han salvado nuestros militares. Pero eso sí, son militares, no gusta y además van con la bandera de España, que gusta menos.
La gente dice que tenemos que ayudar a esos inmigrantes ilegales porque se encuentran en una situación de necesidad humanitaria, cuando con ello, con acogerlos, lo único que hacemos es alimentar a las mafias y darles razones para que sigan comerciando con más seres humanos. Nadie argumentaría jamás que hay que ayudar a las prostitutas víctimas de trata de blancas, que hay que follárselas para hacerles un bien, para que consigan reunir dinero y pagar la deuda con su comprador. Eso sería fomentar la prostitución, que es lo que estamos haciendo nosotros acogiéndoles, fomentar la inmigración ilegal masiva.
Fotografías: Carlos Corral y Victor Saínz