23/12/16

Mandose enterrar en las Monjas Trinitarias

De poco le sirvió a Don Miguel de Cervantes no querer acordarse del punto exacto en donde vivía aquel hidalgo de los de lanza en astillero. Quien iba a haber podido imaginar que unos cientos años después los consejeros de cultura y algún presidente autonómico hubiesen querido poner una plaquita bajo los cuatro ladrillos que cobijaban a Alonso Quijano, eso sí, previo pago de una entrada para la rutita cultural de corchopán y así comerse las subvenciones autonómicas y estatales como si fuese el Bálsamo de Fierabrás.

Seré muchas cosas, hasta un completo gilipollas posiblemente, pero no soy un literato meriendalibros, lo reconozco. Para mí a casi la totalidad de las novelas le sobran siempre cien páginas, independientemente de las que ya de por sí tengan. Es muy difícil mantener el ritmo y el deseo de absolutamente todo lo que se publica, que algunos dicen que es poco. No todos los libros son culturas. Al igual que la televisión o la radio, existe la telebasura, la radiobasura y los libros basura. No porque se venda en tapa gorda tiene que ser algo que te alimente el espíritu.


Lo curioso de todo esto es que hay un libro, siempre a mi parecer, al que no le sobra ni una jodida coma. Me lo leí siendo demasiado joven, pero al menos antes de toda esa bajeza moral de los centenarios, los cuatrocientos años o de que la propia Guía Repsol te recomendase conocer la Ruta del Quixote, mientras te presenta las mejores paradas para conocer a nuestro valeroso caballero en restaurantes y paradores de 35€ el menú. Como si antes de batirse en duelo con el Caballero de Blanca Luna se hubiese apretado un mero en su jugo, con tierra de su raspa y espuma de vino de Valdepeñas. Supongo que eso, al igual que todos los libros bien encuadernados, también será cultura.

Desde hace ya algunos años una panda de iluminados ha decidido que no era suficiente con la sangría comercial del personaje de Cervantes y se propuso buscar los restos del literato. Por cierto, literato español y militar a orgullo. Lo digo para todos los que piensan que la cultura proviene siempre del mismo pie que cojea. Digo yo que alguien pensaría que si buscamos los restos, primero nos llevamos parte de los 100.000€ que hay presupuestados para comenzar con las excavaciones y luego ya, depende de lo que vayamos viendo, nos vamos tomando algo a costa del contribuyente, que luego ya vendrán las colas y allí estaremos nosotros para vender lo que ya hemos vendido pero con un lacito muy bonito encima, que el año que viene se celebrará un nuevo aniversario de la novela. Se exhumaron los restos de decenas de seres humanos, sin importar la vida o el descanso de ninguno de ellos. Soy de los que piensan que a los muertos hay que dejarlos descansar, tengan el apellido que tengan.

¿Cuántos años tienen que pasar desde tu muerte para que desentierren tu cadáver y la gente aplauda? O mejor dicho, ¿cuánto dinero hay que poder sacar de un cadáver pero que todo el mundo vea con buenos ojos no respetar el descanso de los muertos?, ¿había una necesidad imperiosa de profanar sus restos?. A lo mejor me equivoco y estoy yendo de listo, pero si os viese el pobre, sería a él al que se le secara el cerebro. No me lo supongo en su enorme imaginación viniéndosele a su cabeza que cientos de años mas tarde una señora que se llamase Ana Botella iba a terminar inaugurando su nuevo descanso, así sin más, porque lo han decidido cuatro ilustrados. Ya sólo le queda anunciar unos cereales para el desayuno.
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