6/5/24

La verdadera conquista de la pandemia

Hubo una noche, una noche mágica, durante la primera semana de confinamiento que acababa de venir de tirar la basura. Salir a la calle fue emocionante, no por salir, sino por no ver a absolutamente a nadie en ella. Recuerdo que cogí el teléfono y grabé una panorámica en lo que siempre solía ser una calle concurrida. No había un alma y en cambio jamás respiré tanta paz, muy a pesar de que no parasen de querer hacernos creer que el aire estaba envenenado. Disfruté de aquel momento de soledad entre unos contenedores que amurallaban un parque infantil sin niños, sin risas, a fin de cuentas, sin vida. Ya era de noche, pero era una noche más oscura de lo habitual, porque así la habían decidido pintar entre todos. En cualquier otro día los columpios sonarían a la misma vez que alguna terraza de bar no pararía de servir cervezas.

Subí a casa con la sensación de saber que había vivido uno de esos pequeños momentos que no iba a olvidar jamás y me tumbé en la cama al fresquito del balcón abierto, pensando en los acontecimientos que estábamos viviendo. Por aquellos entonces Internet empezó a ser una olla desbordante en ebullición donde todo prácticamente empezó a ser interesante. El confinamiento me terminó de afianzar a Youtube. Lo tenía puesto de fondo como quien en su momento tenía la televisión y fue también ahí cuando me di cuenta de que Youtube pasó a ser la nueva televisión, sin más. Ver al Doctor Gaona correr en una cinta con una mascarilla para demostrar no sé qué sobre el oxígeno en sangre se convirtió en el nuevo Sálvame. Todo era lo mismo que antes, aunque ahora había menos anuncios. Salvo los del Doctor Gaona vendiendo test de antígenos.

De repente por la ventana empezaron a escucharse helicópteros. Estoy acostumbrado a escuchar helicópteros. Cualquiera que haya veraneado en una zona de narcotraficantes está acostumbrado a ello. Para el oído entrenado un helicóptero sobrevolando la costa de Cádiz se escucha desde antes que salga el de Málaga y bastante después de que aterrice en Sevilla. Por otra parte, más allá de que vivas en una de estas zonas, tampoco es algo tan extraño escuchar un helicóptero. Más cuando en la calle no se escuchan coches, ni motos, ni personas. Más cuando la calle está más que muerta.

Dejaron de oírse no porque se alejasen, sino porque fueron tapados por la potencia de aviones, pero no de aviones comerciales, sino de cazas. Me asomé y no se veía nada. Solo se escuchaba. No sé diferenciar un Eurofighter de un F-18, pero sí se diferenciar un avión de combate de cualquier otro sonido que cruce los cielos. Era realmente impresionante, sobre todo porque en aquellas circunstancias lo primero que te planteabas es si era la normalidad habitual de un día a día que siempre estuvo tapado por el mundanal ruido de la vida más rutinaria de todas. Vete tú a saber. Así que le escribí a un amigo militar y me dijo que sí, que él también los estaba escuchando, pero que no sabía nada y que precisamente habitual no era.

Conciliar el sueño era complicado, porque para alguien lo suficientemente despierto en aquellos momentos, tomar el sueño era como querer mirar voluntariamente para otro lado para no ver la realidad, así como alguien sensible se tapa la cara en una de esas películas en la que la bestia del lago termina devorando a un pescador despistado. Si me hubiese concentrado lo suficiente creo que podría haber llegado a ver mis niveles de arousal saliendo por mi cabeza. El confinamiento, para algunos, fue otra prueba más de la vida para llegar a conocerte todavía más. No todo fue malo.

Ya pasado un tiempo, cuando el sonido de los cazas desaparecieron, lo que ahora se empezaban a escuchar eran drones. Varios drones. Cualquiera que haya trasteado con drones sabe de lo que hablo. La vida es así, algunos somos incapaces de plantar una mata de pimientos, pero tenemos otras habilidades, aunque sean auditivas. He tenido drones desde antes de que estuviesen legislados, desde antes de que se inventasen una acreditación, un carnet y un curso para saber pilotarlos. Por eso sé diferenciar perfectamente todo aquello que estaba sobrevolando por encima de mi azotea. Fue impactante. Me asomé al balcón y no paraban de sonar. Se atisbaban algunas luces que yo jamás hubiese identificado como drones. Pero ahí estaban.

No había ni un alma en la calle y a pesar de ello nunca me había encontrado dentro de un escenario tan sobrevigilado. Todo parecía una partida de rol consensuada y coreografiada por unos pocos en los que la población no éramos más que peones atónitos a la espera de lo que fuese diciendo un sin fin de payasos a sueldos a través de la televisión.

Os seré totalmente sincero. Ha sido la primera y la única vez que he tenido la sensación real de que o una de dos; o todo era una patraña para ocultar a la población la visita de unos extraterrestres, o los extraterrestres habían aprovechado el confinamiento para acercarse algo más de lo habitual. Sea como fuere, fue una noche mágica que me hizo recordar aquello de que los territorios no se piden, sino que se conquistan. Y aunque algunos pudiesen buscar conquistar nuestro mundo, de lo que sí guardo evidencia es que a muchos le conquistaron la mente.

Ahora, al calor calentito de tu casa y al regozo de una nueva normalidad, podría parecerte una tontería, pero más tontería fue el COVID-19 y el 85% de la población española fue a vacunarse a ciegas. La gran mayoría de las personas dirán creer que no estamos solos en el universo, pero también esa misma gran mayoría serían incapaces de reconocer cualquier obviedad que hubiese probado el contacto con extraterrestres. De igual manera que a día de hoy serían incapaces de reconocer que se arrepienten totalmente de haberse vacunado.

Los humanos son seres gregarios por naturaleza. El grupo aporta seguridad, aunque sea un grupo de imbéciles, esos mismos imbéciles que cuando se quieren poner certeros inician la frase mencionando su "criterio personal". Siempre me ha parecido muy cómica esa expresión, porque abre la puerta a que exista otro criterio distinto al de uno mismo, como si el criterio pudiese ser algo colectivo.

14.21 © , Contenido Original