28/11/23

La perspectiva oculta de los chemtrails

El otro día estuve en una barbacoa. Las barbacoas son geniales porque todas tienen algo en común más allá de la comida, la lumbre o el carbón. No sé si os habéis fijado alguna vez pero es imposible encontrar a alguien triste en una barbacoa. Creo que si alguien tuviese que ir diariamente a una barbacoa no se suicidaría jamás, porque viviría posponiendo su juicio final a la espera del eterno día siguiente. Es algo así como tener albóndigas con patatas fritas para comer. Nadie en su sano juicio se quitaría la vida voluntariamente antes de comerlas. De ocurrir, sin duda, sería un homicidio.

El caso es que esa barbacoa se produjo en una de las Españas más profundas de todas, en uno de esos lugares en los que yo soy el cateto, incapaz de conseguir que unas semillas de pimientos me florezcan o de ahorrarme una pasta con el biodiésel que hace el primo de uno a base de maíz. Así que, en un sitio así y rodeado de lugareños, como buen forastero de capital lo único que debe de hacer uno es escuchar y sonreír de vez en cuando para que el palomo se ponga buchón y te termine confesando los secretos más rurales que jamás llegan a las grandes avenidas. Y así, entre las ganas que tiene el del pueblo de brillar no siendo profeta en su casa y lo que a uno le gusta conocer más allá, se dio un encaje de piezas mágico entre tocinetas, choricillos y un guiso de carne con tomate que estaba espectacular.



A mi nuevo buen amigo le llamaremos Víctor, aun pareciendo un nombre demasiado moderno para una zona tan alejada de la fibra óptica. Víctor es el responsable de mantenimiento de lo que en su día fue uno de los mayores campos de placas solares de Europa. A día de hoy desconozco el ránking, pero habiendo estado allí estoy totalmente seguro que nada tiene que envidiarle al que en la actualidad esté posicionado como el primero. Víctor es un hombre de aspecto rudo, de esos que al principio parecen de pocas palabras, pero que cuando se siente escuchado por alguien a quien a él le reconoce cierto respeto empieza a hablar con los ojos rebosantes de ilusión, como si tuviese delante a todo el público expectante de un teatro romano.

Para que os pongáis un poco en situación. La inversión inicial de un proyecto de este calibre hace ya bastantes años superaba con creces los veinte mil millones de unas antiguas pesetas, para los cuales se tuvieron que juntar varios socios. Tras formar la sociedad el proyecto se dividió en dos inversiones, una nacional y otra extranjera, la cual finalmente fue absorbida en su totalidad a nivel nacional tras una recompra posterior de más de quince mil millones de pesetas. Ya os podéis imaginar a qué nivel se revalorizó.

Estas son las plantas de placas solares más grandes del mundo

A pesar de todas estas cifras económicas que fuera de contexto actual no nos ayudan a construir nada, Víctor me habló de la realidad actual de este negocio. Uno de estos grandes campos de placas solares, concretamente del que es responsable, factura diariamente una media de 14.000 € al día. Repito, de media, debiendo tener en cuenta que hay días que puede no facturar absolutamente nada. Por lo que en situaciones de normalidad, uno de estos campos podría venir ofreciendo cifras cercanas a los 30.000€ diarios.

Los días malos se deben principalmente a dos cuestiones: la primera de ellas es la avería, rotura o sustitución de alguna de las placas por deterioro total, ya que el deterioro parcial lo tienen calculado anualmente debiendo cambiar un número determinado de placas que, aun en funcionamiento, les dejan de ofrecer el cien por cien del rendimiento óptimo por desgaste. De igual forma pueden sufrir el parón de uno de sus generadores por cuestiones técnicas o por robo de material, algo bastante común en cuyos momentos más complicados han tenido que prevenir con la contratación de más de cinco vigilantes de seguridad. Los arreglos más difíciles suelen durar entre dos y tres días, por lo que para cortar ese tiempo compraron otro generador valorado en más de 200.000€ para tenerlo únicamente de repuesto y así minimizar las pérdidas. La segunda cuestión que les impide facturar ya la conocéis todos.

¿Quién está disolviendo las nubes en Andalucía?

Las nubes, en este caso, no se siembran para que llueva, como está empezando a reconocer la prensa, muy a pesar de que todo eso era cosa de locos con gorritos de papel de plata en la cabeza. Las nubes se destrozan. Y entre otras tantas cosas, para que los dueños de esos campos que comienzan a construir uno de los nuevos lobbies más poderosos del mundo, puedan seguir facturando como mínimo 30.000€ al día.

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