8/2/22

Rafael, un amigo

Tengo un amigo que es una vieja gloria de El Corte Inglés, jefe de planta de informática aunque en su casa siga teniendo una Hewlett Packard Deskjet 540. El último señor al que atendió le pidió un cable por componentes y tuvo que llamar al nuevo. Desde ese día se dedica a darse paseos y actualizar una base de datos. Él dice que si se hubiese quitado el bigote no hubiese mantenido su puesto de trabajo. Se jubila el año que viene y lo único que quiere es que salga a la venta cuanto antes la PS5 para apretarse las buenas comisiones de Navidad. Tiene un pequeño amarre en Huelva. Donde más disfruta es yendo a pescar, que no pescando.

Realmente no es mi amigo. El término amistad es lo suficientemente fuerte como para llegar a reconocer que en realidad no tengo ningún amigo. Es un buen conocido con quien he compartido días de vacaciones no planificadas. Digamos que es un hombre que sabe moverse lo suficiente como para solucionar los grandes problemas de la vida con una llamada de teléfono. Tampoco es un camarada, así solamente se llaman los gilipollas. Para mí a este tipo de personas los catalogo como alguien que siempre suma. La gente que siempre suma es así. Son como psicólogos sociales, seres extraños a quienes realmente no conoces pero con quienes te abres más que con algunos de tus familiares.

Él tiene siete hijos. Es del Opus Dei y del Sevilla F.C., pero como se lo he escuchado más de una vez, de verle el camino hubiese sido Hare Krisna y del Rayo Vallecano. Realmente esta relación actual más madura me viene por parte de uno de esos hijos, antiguo compañero de clase que actualmente vive en Irlanda. Es el típico chaval al que las cosas le han ido bien por sacrificio personal y cuyo padre, en vez de presumir alocadamente de hijo, se comporta como un señor sin darle importancia alguna. Por situarnos, a este hombre, al padre de las siete criaturas le llamaremos Rafael.

Rafael está en un club de caza, aunque es incapaz de matar a una mosca. Rafael está en un club de monte, aunque no ha hecho senderismo en su vida. De hecho hasta Rafael ha estado en el RACE durante temporadas en los que no ha tenido ningún vehículo. Si sabéis por dónde voy, este tipo de vida, como él cuenta, le ha llevado a no tener que coger cita previa para nada. Dice que eso lo aprendió de pequeño cuando su antiguo jefe le enseñó que las contrataciones se hacían pagando cafés y no en reuniones en los despachos.

Rafael, como un genio que es, pedía prestada una pala de pádel para todos los jueves. El miércoles empezaba a decir que le dolían los isquios. El jueves ya avisaba que aparecería pero después del partido, que no podía hacer esfuerzos. Me contaron que llegó a decir que lo único que daba credibilidad a esa historia era verle guardar su pala prestada en una bolsa de deporte delante de los compañeros. Jugaba así sin jugar, todas las semanas, con el jefe de su jefe. Según él, el truco en la vida era saber cuando te tocaba pagar una ronda. Decía que si te pasas no te respetarían y de no llegar te darían de lado. Ese era su sexto sentido. De carisma putero, pero de realidad vouyeurista, culpa de algunas relaciones. A las señoritas siempre les decía que él no subía arriba, que tenía vértigo.

De Rafael aprendí que todo el que triunfa tuvo en su momento a alguien que le abrió una puerta, que solo los mayores imbéciles rechazan un buen empujón y que nunca había que presumir de ningún logro. Me confirmó que lo único importante en la vida son aquellos con los que has dormido bajo el mismo techo sobre todo si al levantarte al día siguiente podías llamarlo hogar gracias a ellos.

Estas líneas las empecé a escribir hace un año y las dejé ahí, paradas, por no encontrar el apremio que él merecía para terminarlas. Ayer me enteré que el mes que viene ya se jubila. Resulta difícil de explicar, pero tengo la sensación de que con él se irá el último resquicio de todo aquello que fue El Corte Inglés. Es más, me atrevería a decir que la última vez que salga por la puerta de esos grandes almacenes de trabajar, desaparecerá consigo una pequeña parte de España que ya nunca volverá.

Él siempre saludaba así: "Rafael, un amigo."- y espero que mantenga ese saludo durante muchos más años.
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