4/2/18

El complejo de la Prisión Permanente Revisable

Partamos de la base de que no creo en la reinserción, así, en líneas generales. Ni tú, tú tampoco crees, lo que pasa es que todavía no te has hablado contigo mismo sobre el tema. Si alguien tiene interés en debatir cuáles son las razones que se pregunte primero de corazón si dejaría a su hijo pequeño al cuidado de un pedófilo que ya hubiese cumplido condena. No he conocido a nadie capaz de demostrarlo cuando el sufrimiento que está en juego es el suyo propio. Solamente los estúpidos no son prejuiciosos con su seguridad.


Estadísticamente está más que demostrado lo complicado que resulta que la reinserción sea fiable. Dentro del diseño muestral existen dos principales vías, el probabilístico y el no probabilístico. Sólo dentro del muestreo no probabilístico y a su vez, dentro del denominado muestreo intencionado, es donde podemos encontrar la clasificación de la que estamos hablando, el muestreo de casos poco usuales, donde uno de los ejemplos más utilizados y de donde más estudios penitenciarios se han hecho, resultan ser casos de delincuentes reincidentes reinsertados. Es decir, tenemos que indagar en el fondo más oscuro para sacar un ínfimo porcentaje de una total población reclusa. En mi caso puedo decir abiertamente que lo que me preocupa no es el posible error dentro de ese porcentaje casi inexistente, sino la totalidad de miles de millones de seres humanos que viven en las antípodas emocionales y de los que ninguna culpa tendrán si se cruzan con ellos por la calle después de que un Juez de Vigilancia Penitenciaria haya decidido darle un permiso de fin de semana.

El antiguo paradigma que pudo suponer el nacimiento de la reinserción en España está más que superado, a pesar de que llevemos décadas cegados por miedo a ser tachados de verdugos. No podemos seguir aplicando las teorías de hace más de doscientos años a nuestra actualidad, en primer lugar porque los estudios penitenciarios han avanzado y los resultados son bien distintos, y en segundo lugar porque nuestra sociedad poco tiene que ver con aquella de la Santa Inquisición, aunque a veces la muchedumbre siga queriendo cortar cabezas sin tan siquiera esperar a una sentencia firme.

Fue en nuestra Constitución Española donde se consolidó, entre toda esa vorágine de falsas sonrisas y absurda necesidad de cortar de raíz sólo con la mitad de aquello que se consideró malo. Artículo 25.2:

"Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados. El condenado a pena de prisión que estuviere cumpliendo la misma gozará de los derechos fundamentales de este Capítulo, a excepción de los que se vean expresamente limitados por el contenido del fallo condenatorio, el sentido de la pena y la ley penitenciaria. En todo caso, tendrá derecho a un trabajo remunerado y a los beneficios correspondientes de la Seguridad Social, así como al acceso a la cultura y al desarrollo integral de su personalidad."

Nuestro mayor complejo penitenciario fue plantearse la mínima idea de que la culpa podría ser de todos menos de quien blande el cuchillo. Por lo general los problemas de las distintas clases sociales no suelen parecerse demasiado y con esto no pretendo para nada ponerme marxista, todo lo contrario, si peco es de un exceso de realismo pragmático, pero soy de los que piensa que a los hijos de las clases más bajas normalmente no los secuestran, entre otras cosas porque no hay mucho dinero para poder sacarles. Con esto quiero decir que la problemática penal no es igual para todos, por que no todos estamos igual de expuestos a los riesgos cuando salimos a la calle, a pesar de que todos seamos juzgados bajo las mismas leyes. En resumidas cuentas, si España es mucho de legislar en caliente, la actual prisión permanente revisable no se hubiese llevado a debate si entre cuatro personas hubiesen hecho desaparecer a la hija de alguno de los excelentísimos señores del Poder Legislativo. Un ejemplo evidente de todo esto es que las penas por terrorismo aumentaron cuando se dieron cuenta que no volaban por los aires solamente gente de uniforme, sino también políticos y jueces. Ahí estuvieron rápidos. No todas las vidas valen lo mismo.

En la Europa democrática la Política Criminal es demasiado suave con los delincuentes y más todavía en una España que confunde progreso y socialismo con libertinaje y falta de responsabilidades. Noruega es una democracia muy avanzada y posiblemente sea de la que disponga de una Política Penitenciaria bastante laxa. No obstante, esto no significa que la sociedad redima tu perdón hagas lo que hagas, entre otras cosas porque las legislaciones penales fuera de España están bastante menos manchadas de ideales. Tengamos en cuenta que si Breivik se hubiese liado a tiros en cualquier plaza de pueblo en los años noventa de nuestra querida España hubiese existido la posibilidad de que ya estuviese en la calle de la manita junto a violadores, etarras y pedófilos. Sin embargo, le resultará muy complicado volver a pasear libremente por Noruega. Una pena que los partidos más populistas en España no tengan en cuentan estas políticas cuando se comparan con ellos.

La prisión permanente revisable es la cobardía de todos los que no se atreven a hablar abiertamente de cadena perpetua, es el engaño para todos aquellos buenistas que solamente son buenistas cuando el sufrimiento es del vecino. Las probabilidades de reinsertarse en la sociedad tras el cumplimiento total de una condena de ocho años de prisión descienden casi en un 90%. Que alguien me explique quién se reinserta tras cuarenta años de prisión. Nadie. Y sinceramente, ni falta que hace.
Y no se confundan, que mi posición es totalmente a favor, al igual que lo estaría de la pena de muerte, que no es nada de la Edad Media, que si dicen ser tan tolerantes por lo menos tendrán que pararse a escuchar la razones de media parte del mundo. Dicen que el Estado no es nadie para quitarte la vida, pero sí que lo es para subvencionarte económicamente cuando tu hijo de seis años termina como un colador cercano a un grito de Alá es grande, porque aunque ya no lo vuelvas a recuperar, parece que uno se siente mejor cuando ese mismo Estado, el que no era nadie para quitarle la vida a nadie, te paga por la barbarie que hizo alguien que entró muy posiblemente ilegalmente en tu país, como para que te calles y no protestes demasiado, que te has quedado sin hijo sí, pero ahora ya has conseguido tu condición económica de víctima del terrorismo y claro está, las penas con pan son menos penas. Sin embargo el otro, el morito de turno, lo tenemos con cama y techo, a tres comidas diarias, con televisión, servicio de biblioteca, derecho a un trabajo que tú no consigues ni fuera, con gimnasio y estudios universitarios gratuitos, para cuando salga a la calle, además de su paro, pueda reírse en tu puta cara con una titulación universitaria. Esto es ahora la reinserción, que no te engañen.

Que tengan que morir personas para que la sociedad genere el criterio suficiente como para saber que a los animales hay que tratarlos como animales es el signo más inequívoco del egoísmo que profesamos. Funcionamos así de simple, mientras el violador esté ocupada con tu hija, posiblemente no lo esté con la mía. Nunca aprenderemos que es una cuestión de probabilidad la única que nos llevará a librarnos de estos depredadores, que no es necesario gastar un sin fin de recursos humanos y materiales para quien los desprecia. 

Lo más triste de todo esto es que diría que existen dos principales tipos de comportamientos psicopáticos. El primero el hedonista criminal, violador y asesino, incapaz de construir una conexión moral con su sociedad, un apego, unas expectativas de él mismo, unos valores que lo hayan llevado a desarrollarse como ser humano. El segundo es bastante más numeroso, más frecuente y por tanto, mucho más peligroso. Son todos aquellos incapaces de reconocer a los primeros y darles el trato que se merecen.
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