Doy por hecho, querido lector, que no ves las noticias, de la misma manera que doy por hecho que tienes el criterio suficiente como para hacerte las mínimas preguntas que debería hacerse cualquier ser vivo que quisiese considerase humano. Y estoy seguro que tras ver las primeras imágenes del intento de asesinato a Donald Trump, tu cabeza empezó a dar alguna que otra vuelta con el consecuente mareo. Aun así, no desesperes. Todo es más fácil de como te lo quieren pintar.
La idea más sencilla de todas y la primera que pasa por la cabeza es que a Donald Trump lo ha intentado asesinar el histórico enemigo, es decir, alguien con ideas contrarias y por ende afines a su adversario, es decir, alguien ideológicamente alineado con el Partido Demócrata. Y puede que sea cierto, pero no dejaría de ser una lectura demasiado pobre.
La segunda idea, algo más trabajada pero tampoco para tirar cohetes, es que el intento de asesinato a Donald Trump ha sido un atentado de falsa bandera para posicionarse todavía mejor y volver a ganar la presidencia de USA. Una idea, como no, en la que se posiciona toda la izquierda woke, la misma que se creyó una a una todas las mentiras del 11M, es la que ahora apunta a una teoría de la conspiración cuando más les interesa, cuando quieren seguir manteniendo en el poder a un anciano senil del que no dudo que ande tan lento, ya no solo por la edad, sino porque vive enchufado a una sonda con bolsa en la que tiene que orinar para no hacérselo encima.
La tercera idea, la que te aseguro que nadie te iba a venir a presentártela, es la mía, la que no necesito confirmación alguna, porque tengo el convencimiento de que es la correcta. El conjunto de poderes exopolíticos que han permitido que Biden, con todo lo que ello conlleva, gobierne el país más importante del mundo para hacer ellos por detrás lo que quieran, está formado por integrantes de ambos partidos, tanto del Partido Demócrata como del Partido Republicano. Este establishment es el que no quiere que alguien que no le debe nada a nadie vuelva a tomar la presidencia de USA. Nadie quiere a Donald Trump dentro de Washington. Nadie. Nadie de su partido, ni del contrario. Trump tan solo se rodea de un grupo minúsculo de consejeros de los que él mismo sabe que no debe fiarse ni de la mitad.
Los mismos que politizaron el FBI, los mismos que le pusieron por cuota de género una jefa de seguridad con pintas de limpiadora, los mismos que llenaron de escuchas su torre y su despacho, los mismos que permitieron que un francotirador estuviese a menos de 200 metros de él, los mismos que entraron en su casa para no encontrar nada, los mismos que no actuaron a tiempo dejando que disparase a placer ocho disparos y los mismos que han permitido la muerte de otro hombre inocente que solo iba a escuchar un mitin. Los mismos de siempre. Los mismos que lo de John F. Kennedy.
Que a nadie le sorprenda que en cualquier país se busque el asesinato de un candidato de la presidencia o del propio presidente. En España ya asesinaron a Prim, a Cánovas del Castillo, a Canalejas, a Eduardo Dato y a Carrero Blanco. Y sin ir más lejos a Aznar le salvó el mal ojo de un etarra calculando distancias y a Rajoy la suerte de un helicóptero. Y hasta aquí puede escribir.
Esto no es una guerra entre izquierdas y derechas. No te dejes engañar. Es una guerra abierta entre buenos y malos. Solo espero que cada uno tenga el nivel de consciencia y los conocimientos suficientes como para saber diferenciar cada bando.