21/8/21

A mí no me gusta viajar

Cuando alguien suele hacer una corta presentación, generalmente en un concurso de la tele, viene a decir siempre lo mismo: "Hola, me llamo Carolina, estudié arquitectura aunque trabajo en un jardín de infancia. Tengo una hermana que es mi vida, a la que le mando un saludito desde aquí y me encanta viajar".- y así con todos.

Veréis, el concepto viajar es difuso y complejo, no está precisamente libre de oquedades y su desarrollo es más que sinuoso. Todos entendemos a cualquier mongolo cuando dice aquello de que le gusta viajar, pero jamás le dedicamos tiempo a profundizar sobre esa afirmación. Te gusta viajar, vale, ya nos hemos enterado todos, eres muy original, tatúate ahora un carpe diem en el tobillo y sácate otro verano de un tupper una sandía llena de arena en Matalascañas. Ahora sí que sí, ya eres única.

Para la gran mayoría viajar lleva implícito un concepto de tiempo y distancia, es decir, que si se desplazan a veinte kilómetros de su casa para conocer un pueblo en el que jamás han estado, a pesar de hacer una noche allí, no lo llamarían precisamente viajar. Podríamos decir que viajar lleva aparejado un par de ideas que van de la mano; irse lejos y varias noches, pero sobre todo viajar al fin y al cabo implica que luego quieran venir a contártelo.

Les llaman trotamundos y todas esas gilipolleces. Son personas que en cuanto pueden se escapan, se marchan, casi sin avisar ni a quienes le ponen la comida por delante, ya que este tipo de personas vive a mesa puesta y mesa quitada. Ellos no lo saben, pero lo único que hacen es buscar fuera de su casas la intimidad que en ella no encuentran. Da la sensación incluso de que huyen, pero lo que no saben es que de quienes huyen es precisamente de ellos mismos.

Si no sabéis todavía identificarlos, seguid leyendo, os lo voy a poner muy sencillo. Ese colega medio imbécil que terminó de confirmar que lo era cuando se escapó tres diítas a Viena. Pues así son todos. El viaje no es más que la excusa para volver a ser el foco de una atención que siempre añoraron. Son personas que aparentan felicidad en una cruzada solitaria ante el mundo. Son los que te cuentan que están entrando en un cine, los que te enseñan el escaparate de la tienda antes de entrar a comprar, los que cruzan un maravilloso puente mirando a la pantalla antes que a las bellas orillas de algún riachuelo. Y sobre todo son, sin duda alguna, los que se emiten en directo grabándose ellos mismos bailando en un concierto, como si él fuese la estrella en el escenario.

Más allá de estos imbéciles, no me gusta viajar. Pocas cosas necesito fuera de mi casa que me hagan salir corriendo cada vez que engancho un fin de semana como si la existencia dependiese de ver si el vecino tiene el césped más verde que el mío. La globalización ha matado el turismo. Y eso solo lo hemos visto cuatro profetas. Europa es un juego caótico, una especie de cuadro que ha perdido su nitidez a la vez que los colores se han ido homogeneizando. Es un cercado de ovejas balando asustadizas con miedo a meter la pata en público con comentarios que todos decimos en privado. Europa es una puta mentira promocionada donde en cada calle principal te encuentras dos Starbucks, un Dunkin Coffe, un Burger King y las mismas cadenas de comida rápida que hay debajo de tu casa.

El turbocapitalismo ha repartido la miseria a la misma velocidad que los souvenirs. Ahora puedes comprar una Torre Eiffel en un bazar chino en Arganda del Rey. Hasta en el metro de Noviciado está el mismo rumano tocando el acordeón que en Pont Neuf. Si me apuras hasta pueden que sincronicen sus melodías a través de un smartphone. Es lo que tiene la tecnología, que siempre funciona a la hora de expandir lo ridículo. Nadie necesita ya ir a Birmania para comprar un rubí y los camellos tienen mejor olor en cualquier zoo que en Gran Canaria. El salmorejo en Córdoba es una mentira de la que nadie se atreve a hablar y la Alhambra es un lote de andar muy tonto. Philip J. Fry dijo en Futurama que no había necesidad de salir a la calle porque tenía una televisión con mejor definición que la vida real. Lo que muy pocos saben es que ese momento ya ha llegado.


En más de un 85% de ocasiones el turismo común no cubre las expectativas, pero es algo que nadie te va a reconocer después de gastarse 2600€ en un crucero por el Mediterráneo. Es como el que se vacuna de COVID-19 y a los dos meses empieza a dudar de la gran mentira. No van a venir a decirte que se arrepienten, porque sería reconocer en voz alta que fueron imbéciles. De lo contrario lo que sí harán será presionarte para que cometas el mismo error que ellos. Por eso la gente recomienda el viaje que ha hecho, porque jamás quedó satisfecho. La gente de bien no gasta ni un segundo en contarle a nadie dónde ha estado. De hecho la gente de bien, en círculos cercanos, solo cuenta los grandes fracasos.

Así que lo único que vengo a decirte es que si a ti te gusta viajar, lo que es viajar en sí, si te gusta demasiado hacer una maleta, coger un avión y hacer colas, es porque vives en una casa de mierda de la que necesitas escapar, resultado de haber sido incapaz de construirte un pequeño rincón de dignidad en este mundo. Pero si además de todo esto, si además de creerte Willy Fog le dedicas más tiempo a hacerlo ver que a verlo, es que además de lo anterior eres tremendamente gilipollas. Lo siento pero alguien tenía que venir a decírtelo.

Si leyendo estas líneas y te has dado cuenta de lo insufrible que has venido siendo durante todos estos años te dejaré un par de consejos:

Si viajas solo no pasa nada. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que eres homosexual. La gente que viaja sola siempre es homosexual, es una verdad universal. Además este perfil nunca te cuenta la realidad del viaje, por lo tanto tampoco son tan molestos. Así que el primer consejo que te dejo sin pedírmelo es el siguiente; no hay nada de malo en lo que haces. Así que agarra a tu madre castradora por la pechera y dile que has dejado de ser maricón para empezar a ser homosexual. Y de paso hazle saber que tiene razones para sentirse culpable ya que su hijo se crió carente de de toda lustre de feminidad maternal el mismo día que engordó tanto que se le metieron los coditos para adentro.

Si en cambio eres de los que aprovecha cualquier situación social de entre tres o más personas para hablar únicamente con uno de la reunión de lo que vais a hacer en Copenhague la próxima escapadita de tres días con el único interés de que el resto os escuche, sigue así. Es más, educa a tus hijos cuando te toque tenerlos así. Enséñales que lo más importante es abrirse a la era de la extimidad y así cuando ingresen a tu padre en el hospital que todo su público pueda ver como un nieto graba en directo la muerte de su abuelo para todos sus seguidores mientras se marca un bailecito para TikTok.

Se nos está quedando una sociedad preciosa. 

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