Llevo ya alguna que otra semana queriendo contar la historia
de un noble trabajador inmigrante que vino hace años a España y que lo conozco.
No tenemos ningún tipo de amistad, pero resulta que fue el portero de una
urbanización donde viví y aunque ya cambié de residencia, como fue dentro del
mismo barrio, de vez en cuando lo visito para charlar un rato. Cada vez lo hago
menos, porque como le des palique te puedes pegar hasta las tres de la mañana
con él. Se llama Mariano y es de Ecuador. Nuestro acercamiento fue más señalado en el tiempo que el de
otro vecinos porque la mayoría de los productos para mi casa los compro en
Amazon y él era el encargado de recepcionarlos en la portería. Había semanas
que me pasaba a diario por su garita a recoger algún paquetito.
Una de estas noches duras de verano me encontraba viendo la
televisión con la terraza abierta para que la corriente hiciese la estancia más
agradable ya que los malditos aires acondicionados me habían resfriado. Me
llamaron la atención unos gritos de un chaval de unos doce años más o menos que
parecía estar sufriendo una paliza entre otros cuantos. En principio no sabía
si era un juego entre colegas, pero cuando vi que la posible víctima se
escondía dentro de uno de los portales decidí bajar, pero al llegar a la calle
ya no había nadie. Todos habían desaparecido. En el portal no había niño alguno
y la chavalería se esfumó y así fue cuando al volver a entrar a casa estaba
Mariano en la puerta vigilante porque también había escuchado algo raro.
Como ya he dicho Mariano es de Ecuador y no puede volver a
su país porque lo matarían. Formaba parte de un grupo revolucionario que
luchaba contra las fuerzas del orden comandadas por el gobierno absolutista.
Conoce bien la historia bolivariana y odia a PODEMOS tanto como cualquier
español de bien. Su mujer vive allí, porque tiene un buen cargo. Ella es
funcionaria y la única vía de escape que encontró para que su marido siguiese
vivo fue que viniese a España. Mariano tiene un grupito de Facebook desde donde
sus camaradas le informan de las actuaciones que siguen realizando contra el
gobierno. De vez en cuando le envían las fotos de los cadáveres de algún amigo.
Otro más como él dice. Esto nunca saldrá en la prensa. Ecuador no importa.
En su país era una importante cabeza de un movimiento
antigubernamental que miraba por una democracia justa. Conoce muy bien la
historia de Sudamérica y es por ello que teme que España caiga en los mismos
errores.
Mariano estuvo unos años viviendo en Colombia donde trabajó
para un ministerio como conductor y para autoprotegerse le dieron una pistola.
Mariano sabe defenderse perfectamente con muchas armas a pesar de tener cuerpo
de botijo y un bigote canoso que parezca tenerlo más entretenido con cosas de
viejos. Afortunadamente se salvó con un par de tiros de dos violadores que
intentaron destrozar a su novia mientras le presionaban un machete contra su
barriga. Como él mismo cuenta, sangraba tanto ese cabronazo que los perros
pudieron encontrar su vivienda y detener a ambos.
Hace unos meses unos moros se colaron en el garaje para
robar algunos coches. Digamos que a Mariano no le ponen nervioso este tipo de
situaciones. Los porteros de la zona, la mayoría sudamericanos, tienen un
grupito de WhatsApp y cuando ocurre algo de este estilo se avisan entre ellos.
Así que cuando se juntaron cinco en su portería lo primero que hicieron fue
quitar la luz del garaje para bajar ellos por las escaleras ataviados con
palos, cadenas y sprays de pimienta.
Así que tras desactivar las cámaras de seguridad se
enfrentaron a la pandilla de moros que estaba intentando robar coches. Según me
contó la conversación fue tal que así:
- ¿Pero qué hacen ustedes aquí?
- No, no, disculpen. Nos hemos equivocado.
- ¿Equivocaaado? Les voy a decir una cosa bien
clarita. En mi país la vida no vale nada y aunque yo esté en España sus vidas siguen
valiendo lo mismo que en mi país, nada.
- Perdón, perdón, ya nos vamos y no volvemos más.
No se ha vuelto a ver ningún moro allí, ni se les ha
denunciado, ni a ningún vecino le falta nada. Mariano es un crack.
El otro día se le colaron en la garita unos gitanos, no
tendrían más de ocho años, pero desde la calle se puede observar como tiene una
cesta con cosas dispares. No es otra cosa que un cubo donde amontona los
objetos perdidos que aparecen por los jardines. Se ve que los gitanillos los
vieron y quisieron entrar a robar algo. Mariano les vio y salieron corriendo,
se llevaron una pelota que yo mismo vi como los cabrones la tiraron fuertemente
contra la persiana del primero. A esto Mariano salió y les dijo que no se
marcharan que tenía muchas cosas para ellos, a la misma vez que les enseñaba
con la mano tres o cuatros libros de texto de la ESO.
Mariano no le teme a la muerte, bebe lo suficiente como para
caerse pero jamás en horas de servicio, porque como él dice se acostumbró
siendo joven cuando salía de fiesta en Ecuador ya que tenía que esperar a que
se hiciese de día para volver a casa, porque sino sabía que le apuñalarían para
robarle lo poco que llevase encima. ¿Qué iba a hacer durante toda la noche
esperando el amanecer con trece años? Pues beber.
Se coronó hace unos meses cuando unos hijos de puta estaban
dando una vuelta por el barrio para robar algún coche y él salió tan
tranquilamente con su teléfono móvil para sacarle unas fotos a su matrícula ya
que aquellos hombres le parecieron muy sospechosos. Él decía que si ocurría
algo esa noche en el barrio por lo menos la policía ya tendría de dónde tirar.
Se ve que se dieron cuenta, así que se marcharon y se buscaron otra zona para
dar por culo. Esto no quedó así. A la noche siguiente fueron a buscarle y
aparcaron en la puerta de su garita para amenazarle con airosos gestos de
cortarle el cuello. Éste ni corto ni perezoso metió su mano derecha en el
interior de su chaqueta y muy lentamente sacó su propia mano en forma de
pistola mientras simulaba unos disparos a cámara lenta a cada uno de ellos, a
los Clint Eastwood en Gran Torino. El coche se marchó. Volvieron a la hora,
nuevamente se enfrentaron con la mirada, Mariano salió de su garita a pecho
descubierto. Estaban a tres escasos metros de distancia y ninguno de los
valientes del coche fueron capaces de bajarse. Una vez Mariano se dio la vuelta
le tiraron de la forma más cobarde cuatro huevos que chocaron en su totalidad
contra la fachada. Se fueron acelerando como locos mientras Mariano volvía a sacar
su revolver de cinco dedos y asestaba cuatro certeros tiros en la cabeza. Nunca
se ha vuelto a saber nada más de ese coche ni de ninguno de sus ocupantes.
Ahora hay un puto borracho medio mendigo que no para de dar
por culo gritando por la calle. Lo único que hace es insultar al aire y se les
escucha desde la otra punta. A los hombres nos suda la polla porque no tiene ni
media hostia, pero es lógico que a la chavalería o a las mujeres les ponga más
nervioso de la cuenta. El otro día no tuvo otra cosa que pararse a dar su
discurso de improperios delante de Mariano.
- ¡Cabrones todos, hijos de puta. Guarros, cerdos,
desgraciados! ¡Siempre pagando para nada, puta policía!
A esto que salió Mariano porque en el portal ya se estaban
acumulando demasiados vecinos con aquel esperpento y le dijo:
- “¿Pero qué tienes usted que decir de la policía? Si
la policía está esperando que te mueras.”