9/1/17

Cuando la intolerancia se disfraza de superioridad moral

Me siento a la mesa con la noticia del discuristo libertario de Meryl Streep, veo que además es TT en Twitter y para colmo los chicos de PlayGround ya se han montado el vídeo de apoyo a la oscarizada. Ya está el circo montado, el siniestro público aplaude como focas tras recibir su pescadito y sólo falta una mujer barbuda y un par de payasos.


En primer lugar la democracia se basa en dos pilares fundamentales e inamovibles. El primero de ellos es la separación de poderes y el segundo y en el cual me quiero centrar es el respeto absoluto a la decisión popular y democrática de las urnas, gane quien gane, salga quien salga. Aquí es donde entra la izquierda más rancia e intransigente disfrazada de glamour y lentejuelas.

Todo el mundo está desinformado menos ellos, todos somos borregos menos ellos. Ellos, los que se han pasado media vida intentando representar los valores más tolerantes y a la primera de cambio se quieren echar a las calles, quieren utilizar a la prensa para impedir el gobierno, quieren persuadir a la mayoría imponiendo su criterio y su interés personal. 

EEUU ha vivido una más de sus elecciones democráticas con dos candidatos que han representados a diferentes partidos. Uno de los dos, me da exactamente igual quien, ha ganado de una manera libre, regulada y legal. Una victoria que resulta muy difícil de digerir a aquellos que siempre han presumido de respeto, de tolerancia, de saber estar, de diálogo, de comunicación, de mano izquierda.


Llámalo Meryl Streep, Risto Mejide, Almodóvar, Hollande, Wyoming o Ana Pastor. Llámalo como te salga de los cojones porque es lo mismo. Es la intolerancia disfrazada de superioridad moral. Es el discurso fácil y crítico incapaz de ponerse delante del espejo, es el todos estáis equivocados menos yo, es el adoro la democracia siempre y cuando gobiernen los míos. Lo que les diferencia a ellos de los dictadores es el uniforme y las armas. Si pudiesen, créanme, se lo quitarían de en medio.

Dicen ser demócratas y son una caterva de narcisistas enamorados de sus ideales, encantados de haberse conocido ellos mismos. Son los cepos de la democracia.

Fotografías de la Agencia EFE y BBC.
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