2/11/18

La única estrategia para recuperar la cordura

Llevo un tiempo pensando en qué realidad pragmática podría aportar desde mi cueva para mejorar la actualidad de mi país, de España, de la nación a la que orgullosamente pertenezco sin tenerle que echar nada en cara, ya que ella no es responsable del mal hacer de quiénes la habitan. Así que quiero aquí plasmar un texto por diversas razones. La primera es dejar resguardo fiable de aquello que pudiese llegar a ocurrir, para al menos permitirme decir aquello de yo lo sabía con pruebas más que irrefutables. La segunda es generar la posibilidad de que esto llegue a ojos o a oídos de alguien y que a su vez ese alguien se lo comente a otro alguien, hasta que por fin, termine aterrizando como si no quisiese la cosa, en el fuego que lo haga corpóreo. La tercera y última, y no menos importante, es sencillamente entretenerme.

La calidad de nuestra democracia está por los suelos, al menos si eres capaz de entender el significado de una verdadera democracia y dispones del mínimo interés en observar el bajonazo tan grande que hemos dado desde el fin de la dictadura. Me refiero al concepto de democracia en su totalidad, poniendo en jaque en todo momento a los tres poderes fundamentales. Formación, calidad, solvencia, autonomía, liderazgo, sacrificio y sobre todo vocación de servicio, son valores del todo inexistentes en cualquiera de estas tres instituciones, independientemente de las razones que hayan llevado a este retrotraimiento de una excelente profesionalidad que a todos nos gustaría reconocerle a la nación a la que pertenecemos. Son estas y no otras, las razones que me han llevado a plantearme una estrategia seria y nada utópica, para abordar desde la coherencia y la sensatez la única manera que disponemos de establecer un nuevo orden.

Partamos de la base de que la única manera de cambiar el modelo de una estructura es conociendo principalmente dicha estructura. En ningún momento estamos hablando de derrumbarla y empezar de cero, sino de trabajar sólo y exclusivamente con las herramientas de las que disponemos. Eficacia y eficiencia son dos conceptos que deben ir cada uno en una de nuestras manos. Tómenlo como una especie de esas adivinanzas infantiles consistentes en resolver un puzzle-laberinto a bolígrafo, donde te proponían que tú mismo encontrases la solución sin salirte de ciertas reglas que te venían ya impuestas. Reglas, esas mismas reglas que a veces parecen inmovilizar nuestros planes. La idea clave es la siguiente: "Haz de tu problema tu estrategia." De esta manera ganarás dos cosas, eliminar el problema y no quedarte parado como un memo en el siguiente punto sin saber qué hacer.

La bajeza democrática ha llegado a tal punto que el Poder Judicial vive acojonado por cada una de las resoluciones que pueda llegar a tomar. Los jueces son como los futbolistas con la prensa. De ellos se espera que digan obviedades: "Bueno sí, yo creo que el partido lo hemos planteado bien. Nos ha costado arrancar, pero hemos sabido aprovechar nuestras ocasiones. Ellos han llegado más a puerta pero han fallado. El fútbol es así." Y punto. Si a un futbolista se le ocurre decir: "Para ser sincero no entiendo cómo tiene la poca vergüenza de preguntarme por el Real Madrid en esta rueda de prensa cuando yo defiendo la camiseta del Huesca y además mañana juego contra el Celta."- los medios directamente utilizarán la expresión de "rajada". A los jueces les pasa exactamente lo mismo. Han confundido los autos, las sentencias y las resoluciones judiciales con su opinión. Los han convertido en meros tramitadores sentenciadores incapaces de dar una visión política-administrativa cuando sobre ellos, sobre el Poder Judicial, se asientan las bases del Derecho y la Justicia. No se trata de que los jueces sean estrellas mediáticas, todo lo contrario, sino de que puedan expresarse libremente más allá los canales oficiales tales como el Tribunal Supremo, el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional o la Fiscalía General del Estado, todos ellos controlados por el Ejecutivo.

A su vez el Poder Legislativo está formado por una pandilla de vividores, sentados en una especie de gran chiringuito que se encuentra dividido en diecisiete chill-outs diferentes para que los amiguetes se puedan beber tranquilamente botellas de champán en reservados, para terminar luego dándose abrazos en una especie de barra gigante redonda donde todos se reúnen alrededor de una gran piscina que pagamos todos pero que no tenemos derecho a disfrutar.

El último de todos, el peor, el Poder Ejecutivo, es quien ha conseguido dominar en el sentido más práctico de todos la realidad de la Agenda Política. Y es aquí donde quiero pararme, en el concepto de Agenda Política.

La Agenda Política no es más que el libro de poder que marca qué es importante y qué no lo es. Para que en este libro se incluya algún item primero hay que reconocer este item como un problema. Para que exista un problema alguien tiene primero que definirlo como tal. He aquí el principal conflicto de todas las agendas políticas españolas. El primero que defina el problema ganará, puesto que esta definición dependerá a su vez tanto de datos objetivos como subjetivos. Quien los controle, quien sea el primero en calificarlo, será quien tenga la primera posibilidad de poder darle el sentido de problema. Un problema podría existir sólo y exclusivamente porque la gente piensa que existe, sin más. Para resumirlo más, diré que establecer la Agenda Política no es más que un proceso determinado por presiones e influencias.

Es justo aquí cuando entran todas las variables que pelean, se complementan y combinan para introducir nuevos items en la Agenda Política. Podríamos mencionar a los propios políticos o a los lobbies, pero al fin y al cabo pretendo centrarme en el más importante de todos, los medios de comunicación. Por una lado tendríamos a los outsiders, donde nos encontraríamos todos nosotros, gente de a pie, vecinos, ciudadanos sin micrófono, sin púlpito, sin posibilidad de ser escuchados. En el otro lado tenemos a los insiders, los privilegiados, los que abren matinales, los que publican anualmente libros que les pagan otros, los que van invitados temporadas enteras a debates televisivos, los que llevan demostrando durante cuarenta años en España que no han tenido el mayor interés en dedicarle tiempo a pensar ni tan siquiera cómo mejorar la situación política, tan solo sus intereses personales.

Quien siempre ha ganado este pelea entre presiones e influencias para dominar la Agenda Política han sido los medios de comunicación. Dentro de una pirámide de poder, el conocido como Cuarto Poder debería considerarse como el primero. Aquí es cuando quiero plasmar otra idea de vital importancia. Dejad de pensar en medios de comunicación politizados para empezar a pensar en medios de comunicación mercantilizados. Es decir, el periodismo como tal no existe, nadie busca ya la verdad, tan sólo busca rentabilizar su verdad. Todo es una especie de subasta al mejor postor, a veces con dinero y otras con la obtención de privilegios. Recordad que los medios de comunicación ganan siempre.

Los medios venden. Son comerciales trabajando 24/7. El mejor ejemplo que se me ocurre es el del Caso Nadia. Ellos fueron los únicos responsables de darle voz, de convertir en insider, a un estafador. Por ellos debería de existir la figura de cooperador necesario por imprudencia grave. Esa gran estafa se ha llevado a cabo gracias al puente que ellos mismos le tendieron debido a una incapacidad profesional que les llevó a no querer filtrar una historia que apestaba de lejos a mierda sencillamente porque vendía. La vendieron y la mercantilizaron. Ellos ganaron, los medios, al igual que ahora la están criticando, lo están destruyendo, porque sencillamente vuelve a ser noticia, nada más y nada menos porque ellos mismos generaron esa noticia. Ellos vuelven a ganar. Son los únicos beneficiados de un circo con retorno donde te cobran al entrar y al salir. Y ellos lo saben. Ellos lo sabían.

Estos medios están controlados por el Ejecutivo, por lo que normalmente cuando éste quiere implementar un item conflictivo, sondeará a la población a través de los medios de comunicación, no sin antes haber desarrollado de antemano diversas estrategias para argumentar y contraargumentar la que más beneficio le termine generando. En este trío todos salen ganando. El medio vende y gana audiencia, el Gobierno obtiene información y la población se entretiene en el debate, sale a la calle o convoca una manifestación. ¿Cómo se le da la vuelta a este juego de trileros? Inhibiendo la capacidad de prevención del Ejecutivo. Si son malos ya de por sí desarrollando estrategias, imagina improvisándolas. Y aquí es donde entra la mercantilización, que no politización de los medios de comunicación.

Genera tú el contenido, genera tú el interés. Consigue que el interés de la calle, de la audiencia, sea más grande que el privilegio político que recibe el medio y entonces, eso ya no lo parará nadie. ¿Por qué? Por que cuando existe tráfico, audiencia, share, llámalo como quieras, entra el sector privado, que siempre paga mejor que el público y al que hay que deberle luego menos favores. Si has llegado hasta aquí, si le has dedicado tiempo a la explicación de todo este camino, te mereces conocer cuál es la estrategia para recuperar la cordura.

Nuestra sociedad necesita un movimiento ciudadano conservador. Hablo de un movimiento pacífico y sensato. Un movimiento que sea capaz de anteponerse a los problemas que le van a venir con un camino marcado hacía la prevención para batallar contra el interés de sus enemigos por desacreditarles. Necesita informar a sus dirigentes y al resto de la población que el hecho de no estar todo el día reivindicando en las calles no significa que no posean un interés real por la política. Necesitan un canal plural de información, oficioso, que se nutra del compromiso de todos aquellos insiders con auténtica vocación de servicio y que se apoye en los hombros de todos los outsiders con un interés real por dejar una sociedad mejor. 

Por reducirlo al absurdo, por hacer una especie de modelo matemático, estoy hablando de un 15M sin ser la marioneta de nadie, pero bien hecho. De un movimiento ciudadano jamás visto en España, de reuniones de cientos de miles de personas, en plazas e instituciones, sin privar absolutamente de ningún derecho a todo aquel que no quiera formar parte de él. Sin cortar calles, sin acampar, acompañados de la seña única de nuestra bandera constitucional, sin molestar a un comerciante, sin obturar ningún paso necesario, sin hacer más del ruido estrictamente necesario para que los medios de comunicación mercantilicen el movimiento sin importarles su relación con el Ejecutivo, privándole al Gobierno capacidad alguna de prevención como para imponer un criterio mediante ninguna herramienta social, ya sea legal, administrativa o cualquier otra de persuasión.

Todo pasaría por atraer la mercantilización de los medios generándoles beneficios, manteniendo el interés, por ejemplo, aplicando el Ciclo de Atención a las Cuestiones que ya planteó el sociólogo Anthony Downs, pero esta vez alternando y fusionando ciertas fases de las cinco que posee:

  1. Etapa previa al problema.
  2. Descubrimiento eufórico del mismo.
  3. Comprensión del coste de las posibles soluciones.
  4. Decadencia.
  5. Etapa posterior al problema.
Centrémonos en la segunda y a tercera, el descubrimiento eufórico y la comprensión del coste. Este ciclo de atención se cumple en cada uno de los problemas públicos. El resultado final suele ser la aplicación e implementación de unas políticas, tales como la creación de un Ministerio de Igualdad, por ejemplo, para que años después acabe desapareciendo como entidad individual. Los problemas siempre se abandonan por tres razones.

  1. Desinterés.
  2. Amenaza.
  3. Aburrimiento.
El abandono comienza en la comprensión del coste, cuando el ciudadano comienza a darse cuenta que por ejemplo, sus pensiones peligran con una sanidad universal sobresaturada por la atención a la inmigración ilegal. ¿Cómo eliminas el desinterés, la amenaza y el aburrimiento? Fusionando ambas fases y prevaleciendo siempre la explicación al desarrollo del problema. Es decir, cuando lleguemos a ese río cruzaremos ese puente, pero mientras tanto vamos a ocuparnos en la prevención y la reacción de los que tenemos delante, haciéndole saber al ciudadano en todo momento, a través de los canales oficiosos de los que antes hablaba, de cuáles son primero nuestras reivindicaciones, segundo nuestras soluciones y tercero y lo más importante, la relación costes-beneficios. De esta manera creas un crecimiento por objetivos, por pasos o por escalones, steps que dirían los anglosajones. Sería un poco como generar tú mismo esa atención, como si fuese el guión de un reality de televisión, o de una serie, utilizando el recurso narrativo del cliffhanger, sabiendo captar el interés del siguiente paso justo cuando has terminado de demostrar que eres capaz de solucionar el anterior. De esta manera destrozas por completo el ciclo de atención evitando el desinterés.

He aquí, grosso modo, la única estrategia posible para recuperar la cordura. Cualquier otra cosa que se aplique y de cualquier otro modo terminará llevando al desarrollo de la penúltima fase, la decadencia del interés público, manteniendo el statu quo, el mismo que te hace entender que no tomar ninguna decisión al respecto es también es una forma de hacer política.
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