Hace ya algunos años, uno de ésos tantos historiadores que pueblan nuestros monumentos, durante una visita en la que no se presentó nadie más, se explayó en la explicación de cada una de las salas de un precioso palacio monasterial. Imagino que le contaría lo mismo a todo el mundo, pero vengo a hacerte esta apreciación porque de las tres veces que he hecho la misma visita, solo me dieron esa información en esta última ocasión. Puede que fuese un invento o puede que fuese otro de esos mitos que se repiten tanto en círculos tan cerrados que al final terminan escapándose por algún ventanal y ahora vengo yo a replicarte una mentira más como si fuese una verdad incontestable. El caso es que me da exactamente igual, porque sea como fuere, creérselo es fácil, ya que a día de hoy, siglos y siglos más tarde, no es que hagamos exactamente lo mismo, sino que venimos haciendo cosas peores.
25/9/25
28/8/25
He estado de vacaciones en casa
El verano sigue pegando fuerte y no está siendo del todo malo. Los mesetarios creéis que el calor existe en vuestras calles cuando la televisión os engañó con aquello del estrés térmico. Por entonces en el sur todos éramos unos flojos que vivíamos agotados, hasta que los grados de rotación de la Tierra cambiaron lo mínimo para poder plantaros los 39º medio normales con los que convivimos el resto de mortales de Despeñaperros pabajo. Desde ese entonces algún gilipollas en la redacción de algún medio de comunicación se tuvo que inventar un término para diferenciar el agotamiento capitalino del de los provincianos y así nació la gilipollez del estrés térmico. De igual forma que en Madrid entendéis de atascos, en el sur entendemos de calor. A cada cosa su lugar. Y hoy os vengo a hablar justo de eso. No del estrés térmico, sino de un nuevo término que he acuñado este verano y que estoy convencido que va a ponerse de moda en menos de tres años. Puede que no con el mismo término, pero si viniendo a desarrollar la misma idea.
3/7/25
Concha Velasco y el Principio de Igualdad de Armas
23/6/25
Iusracionalismo y Derechos Humanos
Esta noche hace calor, pero no del que agobia, sino del que acompaña. Calor de calle tranquila, de farolas amarillas, de esas antiguas de las que ya quedan pocas. Noches de esas en las que uno empieza pensando en una cosa y termina con otra distinta entre las manos sin darse cuenta. Venía con la intención de ponerme con una película tras terminar unas cosillas, y aquí estoy, dándole vueltas a la vida como quien se sube a una noria solo por las vistas. Así somos los que no tenemos jefe en la cabeza; lo mismo nos calentamos por una tontería que nos ponemos filosóficos antes de acabarnos el yogur de coco.